Dos encuentros con Francisco, gracia y compromiso
13 de Junio de 2013
Ha sido una gracia que se ha convertido en un desafío para mí los dos momentos que he vivido el 6 y el 7 de junio con Francisco.

Ha sido una gracia que se ha convertido en un desafío para mí los dos momentos que he vivido el 6 y el 7 de junio con Francisco. Es verdad que tiene la sonrisa contagiosa que no tenía, la serenidad que no siempre transmitía, la confianza que viene de estar en las manos del Padre y que solo a veces se encontraba en él, una ternura nueva. Tiene la sencillez, el sentido pastoral, la credibilidad, el aire latinoamericano, la escuela jesuítica y de la vida religiosa, el hablar claro y directo y el compromiso con los pobres que siempre le acompañó.

Lo que más uno oye y ve en el entorno romano y del Vaticano es que con Francisco ha llegado un nuevo aire fresco que oxigenará la variada vida de la Iglesia. También se escucha que con su llegada al Pontificado está perturbando, para bien, la imagen tradicional que tenemos de los papas.  El P. Lombardi nos indicó que ya se sienten  los buenos frutos de su proceder;  se ha dejado de hablar tanto del problema de los abusos sexuales de los sacerdotes y de los muchos y graves problemas internos del Vaticano y en los medios de comunicación social que se dan noticias  sobre la Iglesia ahora  los acapara la buena noticia del proceder evangélico  del Papa Francisco. 

De los dos encuentros, uno estuvo relacionado  con la Presidencia de la CLAR (Conferencia latinoamericana de Religiosos) y el otro con la beatificación del Cardenal Pironio. En las dos ocasiones tuve la posibilidad de estar un momento personal con él  y en el segundo fue más de una momento. En las dos quedé  muy impresionado con sus gestos, sus palabras y su  presencia cálida.

Entre los gestos estuvo el habernos sentado a todos en torno a él y en el mismo tipo de sillas que él;  el haberle visto tan sencillamente vestido; el cariñosísimo abrazo de comienzo y de final de los encuentros; el  transmitir una constante  y espontánea sonrisa que según él es "gracia de estado" del ser Papa y gracia de Dios. Gracia de Dios fue y es lo mío ya que "yo estaba  en el lugar 44 en las apuestas de Londres. El que acertó, claro, ganó muchísimo".

Entre las palabras... narró mucho de  lo que  había vivido desde que fue elegido; lo hizo con humildad;  gastó hasta un par de bromas. A la presidenta de le CLAR la dijo que le podía mandar ya que él sigue siendo uno de los 130.000 religiosos de América Latina... Invitó a abrir puertas. "A dar vuelta a la tortilla... no tengan miedo a denunciar y a la  profecía".  Habló de lo cotidiano, de la distribución de su tiempo,  de sus comidas,  de que le carga el protocolo, de lo importante de la expresión de la ternura, de que no aguanta el vivir solo o aislado;  también entró en los grandes temas, en que el poder en la Iglesia no puede ser tan, tan centralizado en Roma  y concentrado en su persona, en el Papa;  de los grandes planteamientos  del momento socioeconómico tan inhumano y degenerado;  "algunos están empeñados sistemáticamente en que haya pobres y en que sean muchos ya que para que haya ricos tiene que haber  pobres".  Más de una vez repitió una de sus palabras preferidas: no hay que ser autorreferentes; en la iglesia y en la vida hay que vivir con y para los demás. Nos recordó que no hay que temer equivocarse alguna vez; lo que no puede faltar es la buena intención y la búsqueda apasionada del bien; que "prefiramos una Iglesia y una vida religiosa accidentada por salir y dar batallas que enferma por encerrarse en sí misma"; deben comunicar a Jesucristo y no tanto a Francisco. Varios de sus comentarios se pueden resumir en esta frase: Amen la justicia con la misma sed del que camina por el desierto y busca agua. Prefieran  la riqueza de la pobreza a la miseria a la que nos conduce el bienestar moderno. Abran el corazón a la ternura en vez de prepararlo para la prepotencia. Buscan la paz más que el pacifismo. Abran la mente a su corazón y en él conserven la Palabra de Dios y háganla circular por todo su cuerpo.  "El evangelio no es la regla antigua, ni tampoco un panteísmo alocado. Si miramos las periferias: los indigentes, los drogados, los  que duermen en la calle... Ese es el evangelio. Los pobres son el evangelio".

Entre lo  que pude leer con su presencia está en que se le ve como un instrumento del Señor; lleno de paz como si no fuera Papa ni tuviera todos los desafíos que tiene delante; se le ve sin prisas; siendo lo que siempre ha sido y siente mucho que no pueda ir en metro y en bus por Roma y saludar a la gente en la calle; transmite ánimo. Yo mismo le  compartir que frente al presente y el futuro de la vida consagrada estoy buscando algo diferente,  lo hago con esperanza y confiado en que lo voy a encontrar y en esa misma actitud están bastantes religiosos... El añadió que es también  su disposición.  Es una  presencia de anciano pero del que se olvida un poco que lo es y sí acierta transmitir sabiduría y audacia y que se sabe con propuesta alternativa. Al mismo tiempo reconoce que él no tiene en tantas cosas la última palabra y que necesita inmensamente escuchar atentamente.

El papado ha pasado por etapas muy distintas; algunos papas fueron arquetipos de bondad, santidad, sencillez y sabiduría; otros dejaron en muy mal lugar el papel del Espíritu Santo si el Espíritu Santo tuvo algún  papel o le permitieron que lo tuviera. Por eso me compartió que "el desafío es descomunal.  No va a ser sencillo cambiar los hábitos del Vaticano".    Pero le pude compartir que como buen jesuita y por lo que había visto y oído al recorrer en esos días  6 dicasterios del Vaticano  y de los más importantes, no le faltaba estrategia y eso es indispensable.  Palabras suyas son también el que hay  que cuidar la profecía.
De gran sintonía fue el momento en que conversamos de cuatro o cinco grandes problemas de la Iglesia hoy. Quiere afrontarlos no solo sino en buena compañía y con una gran misericordia hacia las personas implicadas  y fuerte sentido de la verdad. Tema fuerte. Con todo, dijo que no le quitan el sueño pero si le tienen preocupado y hasta muy preocupado.

No se olvidó de los marianistas.  Lo menos que se puede decir es que nos conoce y nos quiere.  Tuvo un recuerdo especial para la Editorial PPC y para  Vida Nueva en el Cono Sur. Evocó la noche del 24 de octubre  en que se lanzó la revista en Buenos Aires y donde quiso estar presente. No faltó el saludo para su director y buen amigo, José Ignacio López. Le dejé un libro de Eduardo Arens, que se encontraba en Roma en esos días,  y que es sobre la biblia.  Lo apreció y agradeció. Le compartí un deseo que tenía Manuel Cortés. Le entregué y presenté cuatro cartas que se me habían entregado para él. Con mucha sencillez y realismo me dijo que las iba a leer, que comprendiera que no las iba a responder pero tampoco olvidar.

Por supuesto que en más de un momento, cuando estuve con él me dije a mi mismo: Que bien que podemos estar juntos y  que podemos  mirarnos a los ojos.  Esto es una gracia; y también un compromiso: el de ser generoso en la entrega a la misma causa de Francisco: una humanidad más feliz por  creer,  más sana  por  tener para vivir, más justa e inclusiva; una Iglesia fraterna, acogedora, sencilla, que escucha a Dios en los clamores de la gente, iglesia de los pobres,  despierta, que ama lo que cree y lo que anuncia, que da buenas noticias, que es mariana. Hay que convertirse en eco bien orquestado de lo que Francisco dice y hace para que su mensaje sea cada vez más y mejor escuchado y hecho vida.  Algo de eso llegó a susurrarme con el último abrazo.

Si termino con una imagen que me es muy querida diría que Francisco se  ha encontrado en la Iglesia con fuego; con las brasas hechas de evangelio anunciado y vivido; de hombres y mujeres marcados por la santidad autentica y por la humanidad encarnada; de personas cuyo credo es el magníficat; de movimientos empeñados en hacer realidad la fraternidad, la solidaridad, la adoración; de creyentes apasionados por Jesús y por la humanidad; de jóvenes metidos en red y entusiasmados por el servicio y la evangelización. Pero esas brasas ahora tantas veces están cubiertas de cenizas; hay que removerlas para que el fuego pueda reencenderse y volver a dar el calor de la ternura, la sencillez, del reencanto, la fe confesada y compartida, la alegría y el servicio.

Y ahí nos despedimos hasta la próxima y en el entretiempo nos confiamos los dos a la intercesión del Cardenal Pironio y  el uno a la oración del otro y en eso creo que yo salgo ganando, aunque él tenga muchas intenciones, ya que sentí en su persona el perfume de la santidad. "Ora por mí para que me equivoque lo menos posible".

José María Arnaiz, SM

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